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26 de enero de 2012

Humboldt y la Emancipación de Hispano américa


 

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Humboldt y la Emancipación de Hispanoamérica

Presentación de libro

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Jueves 2 de febrero de 2012
Lugar: Auditorio Menor, 18h00

Palabras introductorias
Humboldt y la Emancipación de Hispanoamérica
Manuel Corrales Pascual S.J.
Rector de la PUCE
El bicentenario de la emancipación hispanoamericana es, sin duda, un acontecimiento que tenemos que celebrar, y celebrar jubilosamente. El Estado, las diversas instituciones y asociaciones, y cada uno de los ciudadanos, han de participar en tal celebración. Y cada una de esas instituciones, asociaciones, y cada uno de nosotros, ha de hacerlo según su propia entidad y función en la comunidad total. Por supuesto que la Universidad también ha de celebrar este jubiloso acontecimiento. Y ha de hacerlo -al igual que las otras instituciones y asociaciones de ciudadanos- de acuerdo con su propia entidad y función.
Al inaugurar este simposio sobre Alexander von Humboldt y la Emancipación Hispanoamericana, me pregunto cómo ha de celebrar la Universidad un acontecimiento histórico tan importante. Permítanme esbozar brevemente mi personal respuesta. No se trata de la respuesta del historiador -que no lo soy-, sino la de del ciudadano que pertenece a la "Universitas"; pero, además, que desempeña en ella funciones de gran responsabilidad: una de tales funciones consiste en animar a la comunidad universitaria a contribuir -como dice nuestro Estatuto- "de un modo riguroso y crítico ... a la tutela y desarrollo de la dignidad humana y de la herencia cultural, mediante la investigación, la docencia y los diversos servicios ofrecidos a las comunidades locales, nacionales e internacionales".1
Justamente esto es lo que define a la Universidad y lo que determina su modo de hacer las cosas, su modo de celebrar los grandes acontecimientos.
A lo largo de treinta años, ALEXANDER VON HUMBOLDT va escribiendo y publicando sus acuciosas observaciones y reflexiones acerca de lo que ve, lee y oye en estas tierras nuestras. Libros "de andar y ver", atlas, tratados de geografía, etc., constituyen un corpus total de treinta volúmenes. Esta ingente tarea no la hace en solitario: la realiza con otros investigadores y viajeros, entre los que destaca su colega y amigo, el médico y naturalista francés Aimé Bonpland.
Merece también nuestra atención su obra titulada significativamente Cosmos, con la que trata de compartir con curiosos lectores y con otros científicos su entusiasmo y rigor intelectual y sus convicciones sobre la investigación científica. Y, tal como lo anuncia el título, en los cinco volúmenes que componen esta obra trata de recopilar y exponer todos los conocimientos que en su época había acerca de los fenómenos de la tierra y del cielo. Quiero decir: geográficos y astronómicos...
Esta Universidad quiere celebrar el Bicentenario de nuestra Independencia con varios actos propios de su naturaleza y función. Uno de ellos es este simposio dedicado al sabio alemán que tan bien y tan hondamente conocía nuestras tierras y nuestros pueblos.
La naturaleza y función primera y principal de la Universidad es la búsqueda de la verdad; lo propio de la vida universitaria es la ardiente búsqueda de la verdad y su transmisión desinteresada a los jóvenes estudiantes y a todos aquellos que aprenden a razonar con rigor, para obrar con rectitud y para servir mejor a la sociedad.2 Por eso nuestra Universidad, como cualquier universidad católica, se distingue por su libre búsqueda de toda la verdad acerca de la naturaleza, del hombre y de Dios.3 Una búsqueda que no está subordinada ni condicionada por intereses particulares de ningún género.4
Ahora bien, lo que celebramos ahora los latinoamericanos es un acontecimiento histórico. Y resulta que la búsqueda de la verdad en el campo de la Historia tiene sus peculiaridades, sus métodos y... también sus dificultades. La llamada por los filósofos tradicionales "certeza histórica" tiene en este caso un valor incalculable; pero -insisto- su búsqueda y hallazgo no son fáciles. La base de la certeza histórica son -como todos nosotros sabemos- los testimonios; es decir, documentos escritos relativos a los hechos históricos de que se trata; o también monumentos de diverso tipo, dejados a la posteridad por comunidades humanas. Dar con la autenticidad de tales testimonios y calibrar la credibilidad de los testigos: he ahí el gran desafío del historiador.
Por eso un experto en esta ciencia, el profesor francés Charles Samaran, pudo decir que "la historia es una ciencia difícil, condenada a conseguir -solo por caminos tortuosos- una verdad siempre relativa".5
Si el componente ético -la honradez acrisolada- es fundamental en cualquier área del saber, en cualquier campo de la investigación científica, particular relieve tiene en la investigación histórica.
La honradez y el coraje moral son cualidades esenciales e imprescindibles del historiador: sin ellas, no hay historiador que merezca tal titulo. El mismo Samaran, en una especie de decálogo en el que resume las cualidades exigidas al historiador, nos advierte: "La honradez implica el sentido critico: el historiador debe estar atento sin cesar a los riesgos que le amenazan, entre los cuales el más insidioso es el anacronismo. Debe, en particular, estar siempre a punto para "resistir a sus propios prejuicios, a los de sus lectores, y, en fin, a las ilusiones a las que los contemporáneos mismos se han consagrado" (Michelet).6
El fruto del esforzado trabajo de los historiadores no son solamente sus aportes a la construcción sistemática y armónica de la Historia -de las Historias- de los pueblos, sino sobre todo el enriquecimiento paulatino de los elementos de la cultura de esos pueblos, entendida como "todo aquello con lo que la persona humana afina y desarrolla sus innumerables cualidades espirituales y corporales; procura someter el mismo orbe terrestre con su conocimiento y trabajo; hace más humana la vida social... mediante el progreso de las costumbres e instituciones; finalmente, a través del tiempo expresa, comunica y conserva en sus obras grandes experiencias espirituales y aspiraciones para que sirvan de provecho a muchos, e incluso a todo el género humano".7
La cultura se manifiesta y se transmite en monumentos de múltiple naturaleza, y se condensa en lugares comunes que los miembros de una comunidad acuñan como estereotipos densos de contenido y significación. Estos lugares comunes, o tópicos, adquieren carta de ciudadanía en las comunidades humanas. Pero es preciso saber discernir: hay lugares comunes cimentados en la verdad, y lugares comunes producidos por la fantasía o por ciertas reacciones viscerales ante determinados acontecimientos, o incluso productos de determinadas ideologías. El lugar común cimentado en la verdad se constituye en patrimonio cultural transmitido de generación en generación y enriquecido por el aporte de cada una de las generaciones que se suceden en una comunidad. El lugar común generado por la fantasía, o por reacciones viscerales, o por posicionamientos ideológicos, genera en los pueblos y en las comunidades un afincamiento en el error, cuando no en la mentira, y no hace ningún favor ni a la cultura ni a la identidad propia de esos pueblos y comunidades.
Quiero explicitar mi aprecio por la presencia de todos aquellos colegas que van a contribuir al éxito de este encuentro científico. En primer lugar, al Doctor Segundo Moreno Yánez, su organizador; al Doctor Jorge Moreno Egas, Director de nuestra Escuela de Historia en la Facultad de Ciencias Humanas, al Doctor Carlos Landázuri Camacho, Profesor de Historia en nuestra Universidad, y a la Doctora Christiana Borchart de Moreno, investigadora.
Agradezco también al Señor Director de la Biblioteca Ecuatoriana Aurelio Espinosa Pólit, y Director de este Centro Cultural, el Lcdo. José Nevado de la Torre S.J., por habemos facilitado preciosos tesoros de arte que ustedes podrán contemplar en la exposición que se realiza paralelamente a este simposio. A la Lcda. Gaby Costa Ullauri, Coordinadora de este mismo Centro, responsable de la mencionada exposición, y al Grupo de Teatro de nuestra Universidad.
Pero merecen especial aprecio y gratitud de mi parte, los colegas especialistas que han tenido la generosidad de aceptar nuestra invitación y participarán en este simposio enriqueciéndolo con sus científicos aportes: la Dra. Ulrike Leitner, de la Comisión Alexander von Humboldt de la Academia de Ciencias de Berlín y Brandenburgo (Alemania), el Doctor José Ángel Rodríguez, de la Universidad Central de Venezuela; el Doctor Mauricio Nieto, de la Universidad de los Andes en Colombia, y el Doctor Teodoro Hampe, de la Pontificia Universidad Católica del Perú. A todos ellos mi agradecimiento, y el deseo de que pasen con nosotros una grata estadía.
Y a todos ustedes muchas gracias.
Quito, 17 de agosto del 2009

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1 Estatuto de la PUCE, ART. 4, a). Y constitución apostólica Ex corde Ecclesiæ sobre las universidades católicas (1990), n.º 12.
2 Cfr. Ex corde Ecclesiæ, n.º 2, §1.3 Cfr. Ex corde Ecclesiæ, n.º 4.
4 Cfr. Ex corde Ecclesiæ, n.º 7, §2.
5 CHARLES SMARAN, en el Prefacio de L´Histoire et ses mèthodes, Paris, Gallimard, 1961, reimpresión 1973, p. vii ("Encyclopédie de la Pléiade").
6 Id., Ibíd., p. xiii.
7 CONCILIO VATICANO II, Constitución pastoral Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, n.º 53, §2.

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ENSEÑANZAS EN EL BICENTENARIO
Las conmemoraciones cívicas son la ocasión para interpretar la historia como un modelo ejemplar. A través de ellas se buscan los paradigmas fundacionales que valoran la existencia de la nación ecuatoriana. Hace doscientos años Quito puso las semillas de la emancipación hispanoamericana y, el 2 de agosto de 1810, las irrigó con su sangre, gesta que le valió el nombre de "Luz de América". Al conocer estos trágicos sucesos Alexander von Humboldt sentenció: "ya han perecido en Quito, víctimas de su consagración a la Patria, los más virtuosos e ilustres ciudadanos".
En un afán de celebrar el Bicentenario de nuestra Independencia, la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, institución académica definida como buscadora y transmisora de la verdad, entre otras actividades, organizó en el año 2009 una exposición en su Centro Cultural y un simposio internacional sobre "Humboldt y la Emancipación de Hispanoamérica". Los trabajos académicos que, entonces, se expusieron, se presentan ahora en un hermoso volumen, presidido por el retrato del científico prusiano, obra del insigne maestro Oswaldo Viteri. A lo largo de sus páginas, los autores intentan aclarar la postura del "Segundo Descubridor de América", Alexander von Humboldt, ante los movimientos de la independencia en México, Venezuela, Colombia, Perú y Ecuador. En la Audiencia de Quito, como se conocía entonces al actual Ecuador, Humboldt estableció contacto con muchos personajes que, posteriormente, estuvieron involucrados en alguno de los bandos durante las luchas por la Independencia. Con algunos de ellos mantuvo contactos y de todos conservó lejanos recuerdos.
Su humanismo ilustrado inspiró a Humboldt que el progreso se alcanza más con reformas que con rupturas revolucionarias; y un moderado optimismo le llevó a decir: "vendrá el tiempo en que la humanidad será libre, pero todavía nosotros estamos lejos de ello". Quizás su mayor legado es la sentencia escrita en sus "Diarios" durante su permanencia en Guayaquil: "la idea de la colonia misma es una idea inmoral".

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